La tarde iba y venía pero por un instante se detuvo para despedir al sol, como cada día. En ese momento tan especial me invadió la sensación de que se produciría un acontecimiento único que no debía perderme. La mirada atenta. El cielo se cubrió entonces con tonos rojizos, naranjas, amarillos... y La Palma se hizo más grande si cabe... Entonces el sol cruzó el horizonte.No importa las veces que hayamos asistido al ocaso, no importa desde qué lugar ni los acompañantes, lo cierto es que cada puesta de sol se convierte en un espectáculo que durante unos minutos nos hace olvidar la vida cotidiana y nos invita a una profunda meditación, compartida o no, que recarga positivamente nuestro espíritu.Hoy el sol también se habrá despedido aunque no hayamos acudido a la cita. Por supuesto que lo hará cada día sin contar con nosotros, a pesar de que estaremos siempre invitados. Tenerife cuenta con lugares desde los que contemplar el ocaso es todo un placer. La costa de Buenavista del Norte es uno de esos sitios.
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